Por lo que pudiera valer, les hago partícipes de una historia que puediera estar relacionada con Fuerza Aerea Mexicana en Filipinas durante segunda guerra mundial. Es un relato que recojí de testigos presenciales que ya han fallecido. Es posible que algunos detalles no sean absolutamente exactos, pero avalo lo sustancial de la historia como la oí.
Un tío carnal mio, dominico, estuvo asignado al Santuario de Nuestra Señora de Manaoag en Pangasinan hasta el final de la guerra mundial.
El mapa de la derecha muestra el tercio norte de la isla de Luzon. En la parte sur del mapa y en color malva se ve la región de Luzon Central el Golfo de Lingayen, la provincia de Pangasinan y el municipio de Manaoag donde sucedieron los acontecimientos que se narran. Manila queda a unos 180 km al sur de Pangasinan y no aparece en el mapa Por razones de salud mi tio tuvo que buscar un clima seco y desde 1946 hasta 1900 cuando falleció trabajó entre los mejicanos de Pittsburg, Antioch y otros poblados de Contracosta County en California. Después de muchos años, en 1981 vino de vacaciones a Filipinas y naturalmente le llevé hacer una vista emocional a Manaoag donde muchos de los mayores de la población todavía le recordaban con cariño. En el Santuario vivían todavía dos o tres de los dominicos españoles que habían sido sus compañeros de trabajo antes y durante la guerra mundial y entre lo mucho que recordaron en mi presencia me acuerdo de la siguiente anécdota.
Algunos años después de la guerra apareció por el santuario un turista mejicano que quería hablar con los padres. Y les enseñó un pañolón con el mapa del vecino Golfo de Lingayen y los pueblos de Pangasinan donde se encuentra Manaoag. El mejicano dijo haber sido piloto jefe de un escuadrón de cuatro aviones con encargo de bombardear la población de Manaoag, que entonces tendría alrededor de veinte mil almas, con su santuario. La razón del bombardeo era que había una guarnición de tropas japonesas asentada en el santuario y sus dependencias y había que acabar con ella. El pañolón era parte de su equipo de supervivencia en caso que el avión fuera abatido.
El oficial mejicano dijo ser católico y que le dió cargo de conciencia tener que destruir un pueblo con su iglesia. Lo que dijo que hizo fué sobrevolar el pueblo varias veces para ver si habia trazas de actividad o presencia militar. No vió nada que lo pareciera sino más bien civiles entrando y saliendo de la iglesia como si todo en el pueblo fuera normal.
Comunicó por radio este estado de cosas al mando de la fuerza aérea con la recomendación de no bombardear por no haber razón para destruir un sitio donde no había indicio de actividad militar enemiga alguna. No obstante, recibió la orden de bombardear de acuerdo con los planos originales. El mejicano dijo a los padres que él no podía en conciencia hacer eso y que ordenó a su escuadrón bombardear descampados sin gente alrededor del pueblo antes de volver a la base. Esta honorabilísima actitud salvó al pueblo de Manaoag y su importantísismo patrimonio espiritual y cultural. Manaoag, desde el siglo XVII hasta el dia de hoy, es el centro de peregrinación más importante de Filipinas. Bombardear Manaoag hubiera sido el horroroso equivalente de bombardear Guadalupe en Méjico o Covadonga en España.
Esto lo oí a los dos padres que habían recibido al turista mejicano. Tanto los dos como mi tío que cumpliría los cien años en Enero que viene ya han fallecido y por lo tanto no hay modo de corroborar o poner detalles más precisos en esta historia. Lo único que puedo atestar es haberla oído en Manaoag de los dos padres que dijeron haberse encontrado con el oficial de aviación mejicano en el servicio de las fuerzas armadas de los EE UU en el Pacífico durante la segunda guerra mundial.
José R. Perdigón Greenhills, San Juan del Monte Philippines http://www2.mozcom.com/~perdigon